Ok. A lo mejor a ustedes nunca antes les ocurrió. No es muy frecuente, advierto. Para nada. Pero con un poco de dedicación y constancia uno puede encontrase frente a una batería, un contrabajo, un piano, y un saxo. Y bueno, sí: entonces entro yo.
jueves, diciembre 27, 2012
miércoles, diciembre 26, 2012
martes, noviembre 06, 2012
No es lo que parece
"El hombre fuerte, es imagen de hombre fuerte: no es lo que parece, sino la sombra de la verdad."
Diego de Estella (1524 - 1578),
"Tratado de la vanidad del mundo", pps. 138.
ow.ly/f3Hy7
Diego de Estella (1524 - 1578),
"Tratado de la vanidad del mundo", pps. 138.
ow.ly/f3Hy7
viernes, noviembre 02, 2012
El próximo que diga/ponga "emblemático", cobra
Bien de boomers. El juego poético consiste en pedir por la significación orientada. Yo reclamo que mi palabra signifique en el sentido tal que dicho yo no quede abolido. Porque si no, para qué reclamo nada? Y así estamos.
domingo, junio 24, 2012
Una cena (tan) perfecta
Fueron en taxi hasta el hotel, casi en silencio. El volumen de la radio hubiera vuelto imposible cualquier diálogo, pero lo que mantuvo a ambos casi con la cabeza fuera de la ventanilla durante todo el viaje fue una insoportable pestilencia que se resistía, a pesar de los vidrios bajos. Mario intentó identificar su origen: le pareció una emanación tóxica producto de los componentes acrílicos del tapizado. Jovita, en cambio, habría jurado que era el conductor. Sus pies, más precisamente. Ante la vista del bamboleo gracioso del pinito desodorante colgado del espejo retrovisor, a Mario lo asaltó la sospecha de si aquello no era más que el corolario obligado de una cena tan perfecta.
sábado, junio 16, 2012
Sueño del 20 de mayo de 1999 (02:15 hs.)
Estoy en compañía de una mujer y hemos salido a ver una exposición de objetos de tortura. Pareciera que estoy en el extranjero. Tal vez, Londres. Me desperté con la palabra "Brunswick" en la cabeza. Si existe, no sé dónde queda.
Bien, el lugar es un salón donde se exponen objetos de la más variada índole, pero todos curados según el criterio siguiente: han sido empleados para suministrar tormento, pero no en el ámbito carcelario, sino en el doméstico.
El recorrido es desolador, y es frecuente oír lamentos y suspiros de entre la concurrencia, bastante nutrida, por cierto. Cada vez que alguno de los visitantes se arriesga a aproximarse hasta la información de cada pieza a descifrar de qué se trata el adefesio que acabó intrigándolo lo suficiente.
En mi caso, me obstino en conservar cierta actitud hierática y distante, que me permite no sólo conservar las formas ante mi compañía, también mantenerme protegido en semejante entorno de mi propia naturaleza curiosa.
Habríamos sorteado ya numerosas pruebas cuando al promediar el recorrido un gabinete de madera oscuro con apliques de mimbre ganó mi atención. Parecía esos relojes previctorianos que guardan con celo exagerado sus péndulos y aparejos. Tenía su altura, pero, claro, ningún reloj lo coronaba.
El curador lo había dejado junto al quicio de entrada al salón principal, al que se accedía luego de dar un obligado rodeo. Era imposible pasar frente a él sin notarlo, excepto por el hecho de que su aspecto, desprovisto de goznes, grilletes, herrajes, lucía tan cándido e inofensivo que el resto de los visitantes no parecía reparar en él. Por lo demás, la falta de indicación hacía pensar que algún changarín se lo debió olvidar allí durante el traslado de la muestra.
Era evidente que esto había sido calculado, como los sucesivos apliques de barniz que sin cuidado de su sórdida lobreguez indicaban claramente que ese baúl, o canasto, o lo que fuera, tenía un dueño que tomaba los recaudos de su mantenimiento.
Ya rendido al acertijo busqué con disimulo alguna tarjeta en sus costados. Nada más que los lisos, pulidos hasta el hartazgo, listones planos. Casi toco la perfecta unión de los lados, admirado por la técnica del ebanista que así lo quiso.
Volví a pararme de frente, como a dos pasos de distancia, dispuesto a jugar el juego. Mi acompañante se me acercó, intrigada también ella al ver que mi atención había sido capturada. Al verme avanzar sobre la caja, ya con intención de abrirla de cualquier modo, tomó mi brazo para evitarlo. Puse una mano sobre la tapa anterior y una sensación inexplicable de odio y amenaza me llevó a empujarla de costado, firme. La hoja del frente, con sus diminutas hendijas se deslizó suavemente. Cuando ya estaba por la mitad de su recorrido, una lamparita se encendió en su interior iluminando la fotografía de tamaño natural de la que fuera en vida Lady Hilfinger Richards: un saco de huesos que espía al curioso con ojos desorbitados bajo un revuelto de cabellos que ni sus pies dejan ver, tal como fue encontrada en la bodega de un paquebote por un contramaestre excesivamente escrupuloso, en la primavera del año doce en Dover.
Sus padres, Lord y Lady Hilfinger, fueron detenidos y conducidos a presidio, mientras que la pobre niña, que no había conocido otra morada desde su nacimiento, fue a dar con su alma al hospicio de Brunswick, donde murió a la edad de veinte años.
"La caja original", indicaba la tarjeta, "no se abría".
Bien, el lugar es un salón donde se exponen objetos de la más variada índole, pero todos curados según el criterio siguiente: han sido empleados para suministrar tormento, pero no en el ámbito carcelario, sino en el doméstico.
El recorrido es desolador, y es frecuente oír lamentos y suspiros de entre la concurrencia, bastante nutrida, por cierto. Cada vez que alguno de los visitantes se arriesga a aproximarse hasta la información de cada pieza a descifrar de qué se trata el adefesio que acabó intrigándolo lo suficiente.
En mi caso, me obstino en conservar cierta actitud hierática y distante, que me permite no sólo conservar las formas ante mi compañía, también mantenerme protegido en semejante entorno de mi propia naturaleza curiosa.
Habríamos sorteado ya numerosas pruebas cuando al promediar el recorrido un gabinete de madera oscuro con apliques de mimbre ganó mi atención. Parecía esos relojes previctorianos que guardan con celo exagerado sus péndulos y aparejos. Tenía su altura, pero, claro, ningún reloj lo coronaba.
El curador lo había dejado junto al quicio de entrada al salón principal, al que se accedía luego de dar un obligado rodeo. Era imposible pasar frente a él sin notarlo, excepto por el hecho de que su aspecto, desprovisto de goznes, grilletes, herrajes, lucía tan cándido e inofensivo que el resto de los visitantes no parecía reparar en él. Por lo demás, la falta de indicación hacía pensar que algún changarín se lo debió olvidar allí durante el traslado de la muestra.
Era evidente que esto había sido calculado, como los sucesivos apliques de barniz que sin cuidado de su sórdida lobreguez indicaban claramente que ese baúl, o canasto, o lo que fuera, tenía un dueño que tomaba los recaudos de su mantenimiento.
Ya rendido al acertijo busqué con disimulo alguna tarjeta en sus costados. Nada más que los lisos, pulidos hasta el hartazgo, listones planos. Casi toco la perfecta unión de los lados, admirado por la técnica del ebanista que así lo quiso.
Volví a pararme de frente, como a dos pasos de distancia, dispuesto a jugar el juego. Mi acompañante se me acercó, intrigada también ella al ver que mi atención había sido capturada. Al verme avanzar sobre la caja, ya con intención de abrirla de cualquier modo, tomó mi brazo para evitarlo. Puse una mano sobre la tapa anterior y una sensación inexplicable de odio y amenaza me llevó a empujarla de costado, firme. La hoja del frente, con sus diminutas hendijas se deslizó suavemente. Cuando ya estaba por la mitad de su recorrido, una lamparita se encendió en su interior iluminando la fotografía de tamaño natural de la que fuera en vida Lady Hilfinger Richards: un saco de huesos que espía al curioso con ojos desorbitados bajo un revuelto de cabellos que ni sus pies dejan ver, tal como fue encontrada en la bodega de un paquebote por un contramaestre excesivamente escrupuloso, en la primavera del año doce en Dover.
Sus padres, Lord y Lady Hilfinger, fueron detenidos y conducidos a presidio, mientras que la pobre niña, que no había conocido otra morada desde su nacimiento, fue a dar con su alma al hospicio de Brunswick, donde murió a la edad de veinte años.
"La caja original", indicaba la tarjeta, "no se abría".
miércoles, abril 11, 2012
"Villa Urquiza" y Borges
-En que libro de Borges esta el soneto "Villa Urquiza"?
- Primera edición de su libro "Fervor de Buenos Aires", publicado en 1923
http://mosaicosportenos.blogspot.com.ar/2011/04/acerca-de-borges-y-villa-urquiza.html
- Vos sabes que tengo las obras completas y no esta en ese libro?...
muy loco no?
para mi tambien estaba ahi, sera que en las OC esta otra edicion que no la tiene?
- Perdón, me corrijo.
Ese poema fue publicado en La Coruña, España, en 1926 en la revista
"Alfar" (Año 06, Nro. 59, pág. 02) junto con otro titulado "Las Palmas".
En dicha publicación aparece bajo el título "Villa Mazzini", que
corresponde al nombre original de Villa General Urquiza, nombre adoptado por la localidad en 1901.(1)
Otro poema (no soneto) "Villa Urquiza", homónimo del primero, fue el que
apareció en la primera edición de "Fervor...", para ser excluido del
volumen a partir del año '43, y es el que aparece en la página citada en
el mensaje anterior.
Como se puede comprobar, duplicidades, homonimias y otredades, con
Borges, siempre a la orden.
(1) Cito por
http://www.periodicos.ufsc.br/index.php/fragmentos/article/viewFile/8144/7561
pág. 26 entrada [26]
viernes, marzo 09, 2012
Marketineras
3.- Los relatos participantes deben referirse, de un modo amplio, al concepto de Cerveza-Ficción (expresado en elI Premio Internacional de Relatos de Cerveza-Ficción
documento “Principios de la Cerveza-Ficción” al que se puede acceder en www.edicionesamargord.net y, en general,
estar relacionados con el ambiente nocturrno y la cerveza, explotando los aspectos literarios del tema. No se trata de
centrar los relatos en el consumo excesivo de cerveza, sino en la función que cumple en cuanto elemento de relación
social en el más amplio sentido.
con una dotación de 2.000 euros
destinado a fomentar la creación literaria en esa modalidad narrativa.
viernes, febrero 03, 2012
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