domingo, junio 24, 2012

Una cena (tan) perfecta

Fueron en taxi hasta el hotel, casi en silencio. El volumen de la radio hubiera vuelto imposible cualquier diálogo, pero lo que mantuvo a ambos casi con la cabeza fuera de la ventanilla durante todo el viaje fue una insoportable pestilencia que se resistía, a pesar de los vidrios bajos. Mario intentó identificar su origen: le pareció una emanación tóxica producto de los componentes acrílicos del tapizado. Jovita, en cambio, habría jurado que era el conductor. Sus pies, más precisamente. Ante la vista del bamboleo gracioso del pinito desodorante colgado del espejo retrovisor, a Mario lo asaltó la sospecha de si aquello no era más que el corolario obligado de una cena tan perfecta.

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